En la clasificación del DSM (DSM-IV) el síndrome de Asperger se incluía (junto con el trastorno del espectro autista, el trastorno desintegrativo infantil, el trastorno generalizado del desarrollo no especificado y el trastorno de Rett) dentro de la denominación común de Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD).
En el último DSM (DSM-V) esta clasificación ha desaparecido; esto supone definir cada caso según los criterios diagnósticos incluyéndolo en el TEA (Trastorno del Espectro Autista) o en la nueva categoría diagnóstica de Trastorno de Comunicación Social.
La característica esencial del llamado trastorno de Asperger es la alteración grave y persistente de la interacción social y el desarrollo de patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos y repetitivos lo que supone un deterioro significativo en las relaciones interpersonales en el ambiente escolar, laboral o comunitario.
No presenta trastornos en la adquisición del lenguaje o la comunicación (aunque puede presentarse un lenguaje inusual como la preocupación por ciertos temas o la no participación en las reglas convencionales de la conversación).
Aunque el desarrollo cognitivo es normal y en algunos casos sus habilidades mentales resultan excepcionales, es un error pensar que las personas con Asperger son genios o superdotados. Las limitaciones en sus relaciones interpersonales afectan de manera severa a su calidad de vida y es muy importante hacer hincapié en las necesidades de este colectivo y en la sensibilización e información de las personas que forman parte de su entorno.
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